A sus 25 años, Marisol y su marido, Gustavo, tenían las mejores excusas para poner fin a la posibilidad de ser padres antes de someterse a la ligadura de tromas. Ella, joven y con tres cesáreas, no solo estaba convencida de que tener un nuevo hijo pondría en peligro su vida, sino que una «herida» de la infancia le continuaba persiguiendo décadas más tarde bajo un rechazo a la familia numerosa. Primero llamó a su puerta la depresión y, 14 años después, «el Señor» colocó en ella y su marido un renovado deseo de maternidad, aparentemente imposible de realizar.
Como la mayor de siete hermanas, Marisol, de Colombia, reconoce no haber tenido la mejor imagen de la maternidad. Sin embargo, desde que se casó hace ya 21 años siendo una joven universitaria luchó contra ese dolor y recibió con alegría a su primera hija, Vanesa, hoy religiosa. Poco después llegó Ana Sofía…
Autor: José María Carrera

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