Hace algunos años, visitando Madrid, decidí coger un taxi para desplazarme a una calle alejada del centro, con el propósito de visitar una conocida librería. Mientras nos íbamos aproximando a esta calle, el taxista me contó que él había trabajado de taxista en Valladolid. Después decidió trasladarse a Madrid, buscando una mayor ganancia. En los primeros meses -me contó con mucha gravedad- no conseguía orientarse en el laberinto de calles, lleno de tensión y llegando incluso a la angustia. Poco a poco fue descubriendo que la mejor manera de orientarse en Madrid es reconocer sus grandes líneas o vías principales. Una vez identificadas las grandes vías, era mucho más fácil localizar las otras.
Este sencillo ejemplo nos puede servir para aplicar el mismo mecanismo a la historia de la filosofía. Al igual que el taxista, el estudioso de la historia de la filosofía debe…
Autor: Ángel Vicente Valiente

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