Autor: Kairós Blog
Reconozco que me encanta el día de Pentecostés, ya que siempre me ha parecido la mejor manera de concluir el tiempo pascual. La alegría de saber que Cristo ha resucitado y vive necesita del fuego del Espíritu Santo para que seamos una Iglesia que expresa con pasión su vocación misionera y evangelizadora.
Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía manifestarse. (Hch 2,1-4)