San Gerardo de Monza fue el escenario silencioso donde el joven beato vivió sus últimos tres días. Allí, médicos y enfermeras aún recuerdan su paz, su fe y la fuerza que transmitía a pesar del dolor. Su breve estancia dejó una huella imborrable entre quienes intentaron salvarle la vida.
Autor: Redacción
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