XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
El pasaje evangélico de este domingo, una de las páginas más intensas y profundas del Evangelio, se compone de tres partes: una oración («Te alabo, Padre…»), una declaración sobre él mismo («Todo me ha sido dado por mi Padre…») y una invitación («Venid a mí todos los que están afligidos y agobiados…»). Me limitaré a comentar el primer elemento, la oración, pues contiene una revelación de una importancia extraordinaria: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido».
Acaba de comenzar el Año Paulino y el mejor comentario a estas palabras de Jesús lo presenta Pablo en la primera carta a los Corintios: «¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay…
Autor: Raniero Cantalamessa, OFM Cap
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