«Por ejemplo, algunos departamentos de la NASA estaban renovándose por medio de la instauración consciente de rutinas organizacionales que impulsaban a los ingenieros a arriesgarse más. Cuando los cohetes no tripulados explotaban tras el despegue, los jefes de departamento aplaudían y todos entendían que, aunque su división hubiera fracasado, al menos lo habían intentado. Con el tiempo, el control de misiones se fue llenando de aplausos por cada artilugio costoso que explotaba. Se convirtió en un hábito organizacional.»
Recuerdo la impresión que me produjo este ejemplo que cuenta el premio Pulitzer Charles Duhigg en su libro «El poder de los hábitos». Duhigg es de esos periodistas meticulosos anglosajones, incluso había nota al pie. ¿Cómo era posible que algo tan fascinante no fuese más conocido? Corriendo a la nota llego al principio una pequeña…
Autor: Juanjo Romero
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