«El rostro del envidioso es siempre triste: tiene su mirada baja, parece estar constantemente investigando el suelo, pero en realidad no ve nada, porque su mente está envuelta en pensamientos llenos de maldad», leyó en nombre del Papa monseñor Ciampanelli, oficial de la Secretaría de Estado, durante la Audiencia de este miércoles
El Papa, todavía débil por su reciente resfriado, dedicó su texto a la envidia y la vanagloria. Antes de finalizar la Audiencia, Francisco leyó personalmente unos saludos, en donde recordó el 25º aniversario de la convención que puso fin al uso de las minas antipersona, y a pueblos como Ucrania, Palestina, Israel, Burkina Faso y Haití.
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Autor: Jesús M.C.
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