Con el paso de los días se van conociendo más detalles sobre el brutal apuñalamiento que sufrió el sacerdote Krzystof Rudzinski en su parroquia de Saint-Pierre-d´Arène de Niza el pasado domingo. Y la realidad es que ha logrado sobrevivir gracias a la valentía de una monja de 70 años, Sor Marie-Claude, que también resultó herida, y de una feligresa de 55 años que logró reducir al agresor tras atizarle con un crucifijo de hierro.
Se trata de dos heroínas que no dudaron en salir en defensa de este cura, que en estos momentos se recupera de las dos docenas de puñaladas que recibió.
En una entrevista concedida a Nice-Matin y que recoge Famille Chretienne, la hermana Marie-Claude afirma que en cuanto vio lo que sucedía no dudó en ir a socorrer a la víctima de un agresor al que conocía de vista y que tenía problemas psiquiátricos.
“Estaba en una pequeña habitación contigua a la iglesia cuando escuché un ruido. Me acerqué y vi a un señor a quien conocía de vista. El padre Krzystof estaba desplomado junto a la puerta de la iglesia. Entonces vi a esta persona que estaba apuñalando al padre”, relata la religiosa.
En un primer momento, esta monja intentó razonar en vano con él. De hecho, el agresor le amenazó. “Me dijo algo así como: ‘si me tocas, te mato’”, recuerda sor Marie-Claude.
Entonces, él levantó el cuchillo por encima de ella, momento en el cual la monja intentó arrebatárselo. Ahí fue donde ella también resultó herida por el agresor.
Sin embargo, antes de desmayarse ella logró alertar a otros feligreses sobre lo que estaba ocurriendo, lo que ciertamente salvó la vida del sacerdote.
En ese momento entró en liza la segunda de las heroínas, tanto que logró neutralizar al atacante. Al oír los gritos, Hélène, una feligresa de 55 años, “se apresuró y agarró lo primero que encontró al pasar: un Cristo de hierro ofrecido por un artista”, señala el párroco, Gil Florini.
Al llegar a él, Hélène logró derribar al atacante atizándole con este crucifijo. “Podríamos decir que agresor fue abatido por Cristo”, asegura el párroco.
La hermana Marie-Claude tuvo que ser operada por primera vez el domingo y por segunda vez el lunes. A pesar de las heridas se niega a hablar de “valentía”. “Hice lo que me decía el corazón, no pensé. Me criaron para ayudar a los demás”, agrega.
Ella confiesa que no siente resentimiento hacia el agresor, a quien describe como «obviamente desequilibrado».
«Hubo una intervención de nuestros ángeles de la guarda: no había razón para que el agresor se detuviera, podría haber terminado”, concluye la religiosa.