Autor: José María Carrera
Sudores fríos, temblores, desesperación… son solo algunos de los síntomas del síndrome de abstinencia que Rafael Guzmán experimentó desde que era un niño. En Bolivia, por pura inocencia, comenzó a beber precozmente hasta que quedó completamente enganchado. Sin fe ni práctica religiosa, acudió a regañadientes a un retiro de oración y al ver la felicidad de los católicos, supuso que repartían drogas en los confesionarios que les hacía estar alegres. Dos experiencias milagrosas le harían saber que para él, no estaba perdido.
Invitado al canal El rosario de las 11 pm, Guzmán relata que probó el alcohol con tan solo ocho años: «No deseaba ser alcohólico», pero mientras cuidaba al ganado en los campos de Bolivia vio como los vaqueros comenzaban a beber dulces licores y, «por curiosidad», empezó a consumir con ellos cada noche durante tres meses.
Al volver a la ciudad tres meses…