En varias ocasiones he escuchado a víctimas de abusos dentro de la Iglesia. No hay palabras que alcancen el dolor que cargan. No tienen solo una herida en el cuerpo y la mente, llevan clavada una puñalada en el alma. Hecha por el puñal maldito de que quien debía cuidarles fue quien les destrozó, disfrazado además bajo el nombre de Dios. Vamos a hablar con cuidado de este tema tan delicado como fuerte. Y doloroso.
Autor: Francisco Javier Bronchalo
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