Autor: ReL
El orgullo que va unido a la soberbia es un pecado que ha acompañado al ser humano a lo largo de su historia. Se ha manifestado en estos miles de años en multitud de circunstancias, mostrando el mal que el pecado trajo al mundo. Pero este orgullo es también algo que acompaña al hombre de hoy, pues es el intento de igualarse a Dios.
De este modo, esta soberbia puede dividirse en cuatro partes, cada una con sus particularidades: la jactancia, la ostentación, la hipocresía y la ambición.
En Catholic Exchange, el profesor emérito de la Universidad de St. Jerome, Donald DeMarco, recuerda que estas características del orgullo cuando se ven en el otro son rechazadas, pero uno mismo las adopta para sí. “Esta es la gran paradoja del orgullo. Lo que encontramos repugnante en los demás, lo elegimos para nosotros mismo”, señala.
Entonces, ¿cómo podemos deshacernos de este vicio impropio? Hay,…