En ocasiones, la fortaleza y la sabiduría se manifiestan de formas que desafían todas las expectativas. En el caso de Sarahí, una niña con cancer de ocho años, su determinación y coraje han dejado una profunda huella en aquellos que la rodean. Su historia es un testimonio conmovedor de fe y esperanza en medio de la adversidad. ¡Conocela en este artículo!
Sarahí ultimaba los preparativos para el gran acontecimiento; muy detallista en todo a sus cortos ocho años de edad. Así, poco después indicaría a sus padres qué cantos se escucharían, cuáles otros se bailarían; les pediría muchos globos e infinidad de sonrisas para ese día.
Le pediría a su madre que la arreglara muy bonita y que le pusiera el vestido con el que había hecho su Primera Comunión, pero eso no sería lo único que les pediría en esa sala de hospital, también deseaba que su féretro fuera totalmente blanco y que no hubiera lágrimas por su partida.
El Matrimonio Xicoténcatl Ramírez había pasado por una gran pérdida 20 años atrás cuando su hijo Roberto falleció en un accidente en motocicleta, pero de su muerte, ni doña Leticia ni don Ricardo recuerdan mucho; aseguran que en ese entonces se desconectaron de la realidad, únicamente deseaban morir. Un par de años después tendrían otra hija, Rosario; y en el 2007 serían bendecidos nuevamente con la pequeña Sarahí, la niña con cancer.
Por años el matrimonio viviría lleno de dicha al lado de sus dos hijas, hasta que en enero de 2014 a Sarahí, niña con cancer le comenzaron a aparecerle ulceraciones en la boca y se le inflamaron las encías. La llevaron al médico y le diagnosticaron estomatitis y le mandaron enjuagues bucales y antibióticos, sin que eso curara su problema. “Sarahí, la niña con cancer comenzó pronto con fiebres muy altas y su boquita empezó a despedir un olor muy fétido”.
La llevaron a otro centro de salud, donde le hicieron los primeros estudios de hematología, y que el médico les sugirió llevarla al Seguro para que recibiera una atención completa. La llevaron al Magdalena de las Salinas, creyendo que Sarahí, la niña con cancer tenía una bacteria, por lo que la internaron por dos días, tras los cuales la trasladaron al Hospital de la Raza.
Aquí le practicaron unos estudios de médula ósea detectando que Sarahí tenía leucemia mieloblástica aguda L5, una enfermedad muy agresiva. Por lo que requería ciclos de quimioterapia tan fuertes, que Sarahí, la niña con cancer no soportaría ni el primero, por lo que le sugirieron a la familia era que ya se fueran haciendo a la idea de que moriría en dos meses a lo mucho. Don Ricardo Xicoténcatl, el padre, comenta que el primer ciclo de quimioterapias fue terrible, pues Sarahí, niña con cancer estuvo 21 días en ayuno, sin tomar siquiera agua; sin embargo, Sarahí se sobrepuso a eso, y más aún, mostró a todos los niños, familiares y doctores la manera en que se podía vivir en alegría, aún consciente de su enfermedad.
El poder de la oración
Cuando se repuso de ese primer ciclo, comenzó a orar a Dios por todos sus compañeritos, les enseñó a rezar, a alabar a Dios, a no dejarse amedrentar por los dolores de la enfermedad, tal era su energía, que los niños pedían que Sarahí, la niña con cancer los acompañara, porque donde ella estaba la vida se volvía alegría.
“Sarahí, niña con cancer pedía a Dios y Mamita María por todos los niños, mencionando el nombre de cada uno; papás y médicos se sorprendían por la efervescencia, la fluidez y la belleza de sus oraciones, tan rápidas a veces, que los presentes llegaban a opinar que oraba en otras lenguas. Cuando los niños entraban a un aspirado, a una intratecal o a cualquier tratamiento que le causara dolor, Sarahí les decía ‘no lloren, pídanle a Dios. ¡No tengan miedo!, esta era la frase que más se le oía decir”.
Cuando le preguntaban cómo se sentía “ella invariablemente contestaba que bien, y le levantaba el dedo pulgar para reafirmarlo. “Nunca renegaba de su enfermedad, e incluso, llegó a agradecérsela a Dios, pues por ese padecimiento conocía a muchas personas que le tenían cariño, a quienes consideraba también sus familiares”, comenta doña Leticia, su madre. Ella recuerda que una de las cosas más sorprendentes que ocurrieron fue que la doctora Hernández, tras convivir un tiempo con su hija, le pidió contactarla con el sacerdote de su parroquia, el P. Daniel, pues quería hacer en San Judas Tadeo su Confirmación.
Así lo hizo, y desde entonces no pudo evitar enamorarse de cada paciente, adultos y niños. Lloraba cuando alguno sufría, hasta que finalmente abandonó las tareas hospitalarias y partió a España.
Caso extraordinario
Los médicos llamaban a su hija “Sarahí, la niña con cancer, un caso extraordinario”, porque jamás habían tenido a una niña que se comportara de esa forma y llenara de alegría en el hospital y porque se sobreponía a ciclos de quimioterapia que no cualquiera habría resistido. “Llegó a salir incluso del hospital por un periodo de siete meses, en los cuales hizo su vida con la normalidad de entes: iba a la escuela, asistía a Misa los domingos, a la Hora Santa los jueves, y cantaba en el coro de niños. Sin embargo, un día recayó y volvió al hospital”
Las recaídas la leucemia cobraban mayor fuerza, viendo la necesidad de decidir: una opción era darle sólo cuidados paliativos o un doloroso trasplante sanguíneo de cordones umbilicales compatibles. “Sarahí, la niña con cancer eligió esta opción y pudieron conseguirse dos cordones umbilicales. En agosto la estuvieron preparando con tratamientos muy severos, pues era necesario tener la médula limpia para la transfusión, pero el día que iba a ser intervenida, una varicela lo impidió. Era imposible practicársela así. Mi hija supo entonces que pronto moriría.
Sarahí, la niña con cancer no se deprimió, paso el mes de septiembre cantando, bailando y disfrutando de su vida y planeando su funeral. Después de una de sus crisis, dijo haber ido al cielo, haber visto a Cristo y a muchos ángeles, entre quienes se hallaba su hermano. A su regreso, le dijo a su madre que le había visto a mí rezando un Rosario tras la puerta del cuarto, lo cual era cierto El último día de vida de Sarahí, la niña con cancer el médico le preguntó a cómo se sentía, y ella pudo aún levantar el pulgar para decirle que bien; el doctor se giró, pues se le salieron las lágrimas al ver su estado, y se marchó.
La historia de Ana Karen
“Su hija tiene el síndrome Smith-Magenis debido a una anomalía en el cromosoma 17, que ocasiona dicha enfermedad. Este se descubrió hace once años. Por ser un síndrome nuevo solo tenemos dieciséis casos reportados en Estados Unidos; hay una pequeña biografía de cada caso. Esto significa que su hija nunca podrá ser una niña normal, tendrá que recibir educación especial, por su atraso mental no podrá asistir a escuelas regulares. Estas personas son hiperactivas, tienen problemas de conducta, conducta destructiva, atraso motriz y mental y se autolesionan. ¿Tienen alguna pregunta?”.
Era su primera hija, y no habían podido disfrutar de la experiencia de ser padres primerizos, pero por fin tenían lo que habían deseado desde los primeros días de vida de la pequeña: un diagnóstico para el continuo estado de enferma de la niña y para un comportamiento poco normal de los que nadie conseguía ofrecer una explicación. Habían sido unos meses “lleno de angustias, miedos, preocupaciones, desvelos, cansancio, quedaban pocos espacios para los momentos de alegría y paz, una vida dura y fuera de lo normal”, pero nunca podría ser una niña normal.
María Guadalupe rezaba, pero no encontraba respuesta: “Ese Dios que desde mi infancia me inculcaron a amar, porque era bondadoso y justo, y dio su vida por nosotros. Pero en mi concepto de justicia, y conforme a lo que estaba viviendo, no me quedaba claro. ¿Dónde estaba ese Dios justo cuando le imploraba misericordia?“.
“Crecí en un hogar en el que mis padres son piadosos y creyentes fervientes, aprendí entre otras cosas que si pedía a Dios con devoción y fe me escucharía y ayudaría. Yo no esperaba que desapareciera el síndrome de mi hija, pero sí esperaba una mejor forma de vida para todos. Y hasta ahora la situación iba de mal en peor. ¡Dios aún no escuchaba mis súplicas! Había dejado de ser alegre, de tener paz y estabilidad emocional“.
Esto resultará familiar a cualquier persona que se haya visto en circunstancias similares al tener un hijo con enfermedades poco frecuentes, pues le llena un calvario de incomprensiones, dificultades, incertidumbres y de temores que, se añaden a los propios de cualquier dolor o padecimiento físico o psíquico. A todo esto se sumó un nuevo embarazo, del que nació su segunda hija, Estefi, con plena salud. Fue un alivio y una alegría, pero complicaba la vida y añadía dudas nuevas: “Cuando Karen dormía, disfrutaba de Estefi jugando con ella y mimándola mucho.Era encantadora; con ella aprendimos a valorar el desarrollo normal de un hijo. Como padres, teníamos un ejemplo claro y muy valioso, las dos caras de la moneda. A las dos las adoramos, ambas nos necesitan mucho, cada una a su manera”.
“Fueron creciendo juntas, pero por caminos diferentes. Los logros de Estefi fueron dándose de manera natural, en cambio los de Karen a base de mucho esfuerzo y trabajo, con terapias y empuje… cada uno de sus avances era un triunfo. Yo no podía dejar de hacerme mil preguntas que no tenían respuesta. Me parecía injusto, pero más que para mí, para ella: un bebé pequeño e indefenso marcado de esa manera desde su nacimiento. En el corazón de una madre es muy duro aceptar estas diferencias“.
Nuestro regalo a Dios
“En medio de estos sentimientos inicié mi búsqueda de la comprensión de Dios”, explica: “Ahora sé que necesito pasar por varias pruebas para poder llegar a Dios; estas pruebas son un medio para purificarme y forman parte de un aprendizaje necesario aquí en la tierra… Es increíble cómo de un momento a otro la vida puede cambiarnos cogiéndonos por sorpresa, sin estar preparados; es como si nuestras vidas se sostuvieran por hilos y no supiéramos en qué momento uno de ellos podría romperse. El sufrimiento no conoce reglas. Dios nos mira a los ojos y dice nuestro nombre, así nos escoge, mas yo sentí que a mí me apuntó con el dedo y me llenó de dudas”.
“Un hijo especial” es un libro que orienta e inspira a todos los padres que hayan recibido noticias similares por causa de una enfermedad rara. Ha sabido relatar su historia, una historia poderosa que invita a una reflexión general sobre el plan de Dios para nuestra vida y la forma en la que lo aceptamos.
“Hemos tratado personas de un gran valor y que no hubiésemos conocido sin Karen. Gracias a esto tenemos verdaderos amigos. De alguna manera las pesadillas se convierten en enseñanzas que forman parte de la vida. Si hubiéramos protegido al Gran Cañón del Colorado de la erosión que lo creó, no veríamos la belleza de su contorno. Incluso en los momentos más oscuros crecemos, si no hubiéramos tenido a Karen seguramente estaríamos preocupándonos por otras tantas cosas. No existe corazón desocupado, y de alguna u otra forma, todos somos lápices en la mano de Dios”.
“Me queda claro que cada uno tiene un destino en particular y que existe una razón poderosa para ello. Venimos a este mundo para que por medio del crecimiento y la purificación podamos llegar a nuestro destino final, que es Dios, y la felicidad total. Sé que Dios no se equivoca, y aunque, como seres humanos que somos, en algunas ocasiones no lo entendamos, hay una razón poderosa por cada cosa que nos toca vivir… Algunas vidas parecen ser fáciles, otras complicadas, la realidad es que por lo general nada es lo que parece, solo Dios, con su sabiduría y amor misericordioso, nos conoce y entiende“, concluye.
Sarahí, la niña que venció a la muerte con su alegría
Sarahí, una niña con cancer de 8 años con leucemia mieloblástica aguda, llenó de alegría el hospital mientras luchaba contra su enfermedad. A pesar de los difíciles tratamientos, ella nunca se rindió y se convirtió en un ejemplo de fe y esperanza para todos. Incluso después de su muerte, su legado sigue inspirando a otros a enfrentar la vida con optimismo.
Sarahí fue diagnosticada como una niña con cancer a los 8 años, los médicos le dieron solo dos meses de vida. Sarahí soportó con valentía los fuertes tratamientos de quimioterapia, En el hospital, ella llenaba de alegría a los demás niños y pacientes.
Sarahí, la niña con cancer oraba por todos y les enseñaba a tener fe en Dios. Su madre, Leticia, también encontró fortaleza en la fe, creando conversión de enfermos, Sarahí, la niña con cancer recayó y tuvo que recibir un trasplante de médula ósea, una varicela le impidió el trasplante y supo que moriría.
Sarahí disfrutó de su último mes de vida al máximo. Falleció en paz, rodeada de su familia y amigos.
Su historia es un ejemplo de fe, esperanza y amor.
Fuente: Desde la fe, Religión en Libertad