Muchas veces Dios espera y actúa sobre nosotros a través de terceras personas o sucesos que pueden parecer muy sencillos y no llaman nuestra atención. Y en realidad, su plan es sencillo. No lo hace de manera inmediata, puede tomar tiempo, pero los cambios se sienten poco a poco. Hasta que es inevitable sentir la necesidad de entregarle tu vida a Él.
Te contamos 3 historias de quienes se convirtieron a la Fe mediante sucesos que jamás lo creyeron. Y que muestra que el plan de Dios es perfecto, y que Él siempre tiene paciencia para esperarnos y darnos todo su amor.
Creció dentro de una familia atea
Olivia creía que los creyentes de todas las confesiones eran inofensivos soñadores. Ella no comprendía, como los cristianos pudiesen amar a un pobre tipo clavado en una cruz con sangre por todas partes y una lanza atravesando su corazón.
Trabajaba como enfermera en la sala de reanimación de un centro oncológico. Era un ambiente muy tenso. La maledicencia y los golpes bajos eran de todos los días. Solo dos compañeras de origen antillano parecían estar a gusto en el equipo. Y, como algo característico, hablaban sin cesar de Jesús. Aunque habían pasado difíciles momentos en su vida, se les percibía en ellas a la vez mucho sufrimiento y mucha alegría. Resplandecían. Pero, por su ateísmo, Olivia no relacionaba esa alegría y esa bondad que las inundaba con su fe en Jesucristo.
Un día, decidieron comer todas juntas a un restaurante al terminar el turno. Faltaban dos o tres horas hasta la hora de la comida, por lo que estas dos compañeras propusieron ir a misa. Aunque Olivia se resistió al principio, acabo por aceptar. Fue difícil para ella porque no conocía la dinámica que tenía la gente, levantarse, arrodillarse, sentarse. No comprendía nada.
Cuando llego el Evangelio, fue cuando sintió que la envolvía un calor muy agradable, como si alguien se sentase a su lado, pusiese su mano sobre su hombro y le dijese: “Olivia, deja de desperdiciar tu vida”. Fueron palabras dichas con una dulzura increíble, sin juicio ni acusación. Y luego: “Ama a tu prójimo”.
Salió de aquella misa completamente transformada. Por naturaleza, ella es muy racionalista, y no comprendía nada de lo que me había pasado. Pero le llevó tiempo emprender el camino. Al cabo de un tiempo se trasladó a otra ciudad donde vivía en un quinto piso. Cada mañana veía desde su ventana la enorme cruz de la iglesia situada justo enfrente de ella, hasta que un día no pudo resistir más, y decidió llamar a la puerta del párroco para pedirle que la bautizara.
Pensó que le propondría unas horas de catequesis, como a los niños. Pero no fue así. Le explicó que antes de ser bautizada, de comulgar y de recibir la confirmación, era preciso que se formase durante dos o tres años. Empezó con un ciclo de iniciación a la fe cristiana llamado Curso Alpha. Con la cual convivió realmente y experimento el amor de Dios. Comenzó a amar a todos sus hermanos y hermanas cristianos.
La bautizaron cuando tenía 30 años y tras ese recorrido intenso, se relajó por completo. Ha necesitado tiempo para encontrar lugar en la Iglesia y hacer su camino de cristiana. Una vez más, Dios demostró paciencia.
“Fui lo más anticlerical que se podía”
En un detallado testimonio durante la Semana de la Familia 2019 de la Diócesis de San Sebastián, María Martínez recordaba que “estuve a punto de apostatar, perseguía a los cristianos, fui lo más anticlerical que se podía ser, profeminista, proaborto…”. “Estas manos estuvieron manchadas de sangre inocente. Trabajé en una clínica abortista durante años practicando abortos como enfermera”.
María trabajaba como enfermera acompañando y haciendo seguimiento a parejas embarazadas. Ella lo llama la “planta del cielo”. Pero después le tocó bajar a la “planta del infierno”, en la que se practicaban los abortos. Ella ayudaba al ginecólogo a realizar cientos de abortos. Cada mañana recibía a mujeres embarazadas y luego la veía irse sin su bebé.
“Lo fundamental era conseguir que las mujeres no dieran problemas, en eso se fundamentaba mi trabajo”, explicaba María. “La aislábamos para que no diera marcha atrás, la sacábamos de la realidad”.
La cacería de bebés
En el quirófano muchas temblaban por el miedo. “A continuación era la caza del bebé, su desmembramiento. Primero se rompe la placenta para que salga el líquido amniótico, luego se introducen dilatadores para ir destrozando la vida del interior, se va rompiendo la caja torácica, el cráneo, los brazos, las piernas, todo tiene que ser deshecho para ser aspirado con una aspiradora y luego cae en un cubo”.
Ella representaba el supuesto apoyo de las mujeres que abortaban, “no sabían que agarraban el mal. Mi conciencia estaba adormilada bajo una capa de mentira, creyendo que hacía lo correcto y que hacía un bien a esa mujer”. Un día quedó asombrada al ver en el cubo el pie de uno de los bebés, pues hasta entonces se intentaba convencer a sí misma de que sólo eran coágulos. “Pero cuando se vive en la oscuridad el corazón se endurece mucho. El mío ya estaba muy duro. Se me empezó a caer el pelo y tenía calvas”.
En su afán de progresar, a sus 27 años y estando casada, decidió irse estudiar Fisioterapia a Barcelona. En Bilbao dejó los abortos, pero también a su marido. Luego de tres años volvió muy cambiada y abrió una consulta. Cambiando de amistades y yendo de fiesta en fiesta.
María, tenía el hábito de correr, pero empezó a hacerlo por el bosque y las montañas recorriendo así el mundo y buscando la adrenalina de ir al límite de la muerte. Hasta que un día, un 11 de enero de 2017, su marido decidió dejarla. Esto le afectó bastante es incluso intentó suicidarse: “Cuando te encuentras en la nada sólo se oye un susurro y el que susurra te dice que ya no hay esperanza”.
Afortunadamente recibió una llamada de teléfono. Era un guía nepalí con el que había estado realizando una ruta en el Himalaya. Por el terremoto, hacía falta personal sanitario que estuviera preparado para moverse por la montaña, tal como ella lo hacía y decidió ir.
Por esa época, ella seguía muy de cerca la espiritualidad budista, pero eso cambio. Tras un tiempo en el país, ocurrió un suceso que acabaría siendo providencial. El monzón se adelantó y debido a las avalanchas de piedra en las carreteras, se tuvo que quedar en la capital nepalí, y no en las montañas como era su objetivo.
Misioneras de la Caridad
Estando en la ciudad, comenzó a hacer recorridos turísticos a españoles que viajaban a Nepal. Un día, se percató que junto a un templo budista había una caseta de la que salían gemidos. Le explicaron que era un sitio en el que morían los más pobres y al que sólo entraban las misioneras de la Caridad de la Madre Teresa. “Odiaba a la Madre Teresa porque yo era sanitaria y recordaba como obraba ella y para mí era todo lo contrario”, recordaba en su testimonio.
Días después, en un cruce se topó con dos de estas religiosas. “Venían directas hacía mí. Una me agarró el brazo, yo me quedé bloqueada. Y me dijo que tenía que ir a un sitio”. Pero María les dijo que la dejaran en paz. Sin embargo, aquella noche “el Espíritu Santo no me dejó dormir”. Se despertó de madrugada, y junto con el guía, regresó al cruce en el que se había encontrado con ellas.
Encontró la casa de las misioneras, y le abrió la puerta la monja del día anterior: “Ya era hora”, fue lo primero que le dijo la misionera de la Caridad. Al día siguiente, a la mañana, en la capilla estaban las nueve religiosas arrodilladas y a un sacerdote. María no hablaba inglés así que no se enteraba de nada, pero entonces llegó el momento fulminante que provocaría su conversión.
No habrían pasado ni cinco minutos desde el inicio de la Eucaristía, cuando “sentí una emoción en el corazón, una voz que me decía: ‘bienvenida a casa’. Cuando escuché esto en mi interior, busqué quién podía haber sido o si quizás era por la altitud. Volví a escuchar: ‘bienvenida a casa, ¡cuánto has tardado en amarme!’. Y ya supe donde tenía que mirar: la cruz. Caí de rodillas al suelo y sólo pude llorar, llorar y llorar. Lloraba por esa tristeza inmensa y profunda de haberme alejado del Amor. Lloraba también de inmensa alegría, porque estaba experimentando la misericordia de Dios”.
“Cuando levante la frente, mi sonrisa, mis ojos, mi piel, toda yo había vuelto, porque Dios me había devuelto a la tierra de los vivos. Entonces, las monjas que habían rezado, me dijeron que a partir de ese momento me llamaría María”.
Estuvo con ellas cuatro meses, con ellas pudo conocer de verdad, qué es la dignidad y el amor. Entonces las religiosas vieron de Dios que María debía regresar a España, pues allí tenía una misión.
Tenía que consolidar esta conversión y recuperar su matrimonio. Y encontró en Medina de Pomar, otras religiosas que se han convertido en el sostén de esta mujer. Allí le hablaron de la cruz y como esta aparecía en su matrimonio. Ese es el momento en el que empezó un camino de oración por su esposo y la siguiente etapa en esta mujer completamente renovada.
Cuando despertó estaba completamente enamorado de la Santísima Virgen María
Esta es la historia de Roy Schoeman, ex profesor de negocios en Harvard, revela una experiencia íntima que tuvo con la Santísima Virgen María, que parecía un sueño:
“Me fui a dormir y pensé que me había despertado suavemente con una mano sobre mi hombro, me conduje a una habitación y me quedé solo con la joven más bella que jamás haya imaginado”. “Sabía sin que me dijeran que era la Santísima Virgen María”.
“Cuando me encontré en su presencia, todo lo que quería hacer era honrarla abiertamente. De hecho, el primer pensamiento que cruzó por mi mente fue ‘Oh, Dios mío. Ojalá al menos conociera el Ave María”. Pero no lo hizo. “Mi primer pensamiento fue pedirle que me enseñara el Ave María… pero estaba demasiado orgulloso como para admitir que no lo sabía. Entonces, como una forma indirecta de enseñarme el Ave María, le pregunté su oración favorita. Era un poco tímida, pero su primera respuesta fue: “Me encantan todas las oraciones”.
“Durante esa experiencia, vi cómo todas las gracias que fluyen de la divinidad a la humanidad fluyen a través de la Santísima Virgen María”.
Schoeman, dijo que María le dijo que su oración favorita es ‘Oh María, concebida sin pecado, ruega por nosotros que recurrimos a ti’… “Aunque era perfectamente hermosa a la vista, indescriptiblemente hermosa, aún más perfecta era la belleza de su voz. Estaba compuesto de lo que hace música musical. Cuando habló, y cuando la belleza de su voz fluyó a través de mí, llevando consigo su amor, me elevó a un estado de éxtasis más grande de lo que nunca imaginé que podría existir”
Cuando despertó sintió que estaba completamente enamorado de la Santísima Virgen María y que “quería ser lo más completo y completamente cristiano posible”, lo que finalmente lo llevó al catolicismo.
Ex ateos famosos
Gracias al infinito amor de Dios, podemos ver cada día más milagros de conversión alrededor del mundo. Y lo mejor es que cada vez son más famosos, que con su ejemplo, ayudan a otras personas a abrazar la Fe:
- Tony Blair. Líder del Partido Laborista británico y primer ministro de 1997 a 2007, fue el primer ministro más joven desde 1812. Su esposa, Cherie, también es católica.
- Alec Guinness, actor británico de cine, teatro y televisión que ganó el Óscar a “Mejor Actor” en 1957 por El puente sobre el río Kwai. Su papel más conocido es el de Obi-Wan Kenobi en la saga original de Star Wars.
- John Wayne. Actor premiado por la Academia, amado por sus papeles en westerns y películas de guerra.
- Graham Greene. Escritor británico más conocido en los círculos católicos por sus novelas Brighton Rock, El poder y la gloria, El corazón de la materia y El final del asunto.
- Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) . Filósofa judía-alemana y monja Carmelita Descalza que murió en Auschwitz. Fue canonizada por San Juan Pablo II en 1998.
- Cardenal Francis Arinze. Nigeriano converso que fue bautizado a los 9 años por el Beato Cipriano Tansi. Se convirtió en el Obispo más joven del mundo a la edad de 32 años, y más tarde fue nombrado Cardenal y Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
Fuente: Religión en Libertad, Church Pop, Infovaticana