El bautismo es solo el comienzo del camino cristiano. En la parroquia San Juan Nepomuceno, han asumido el reto de ir más allá: no solo bautizar, sino formar discípulos comprometidos con su fe. Estas son las 7 claves que están haciendo posible esa transformación.
¿Bautizamos… pero hacemos discípulos?
Jesús nos dejó una misión muy clara: “Vayan, hagan discípulos y bautícenlos”. En la mayoría de las parroquias, el bautismo se realiza sin problemas. Pero, ¿nos estamos asegurando también de formar discípulos?
Un discípulo no es solo alguien que ha recibido un sacramento. Es alguien que ha tenido un encuentro personal con Jesús, que lo conoce, lo ama y quiere compartir su fe con los demás.
El padre James Mallon, en su libro Una Renovación Divina, compara al feligrés común con una “oveja”, y al discípulo con una “oveja ninja”, altamente entrenada. Es una imagen divertida, pero refleja una realidad: en muchas parroquias hay personas que reciben sacramentos, pero no necesariamente viven una relación activa con Jesús.
De consumidores de sacramentos a discípulos misioneros
Una parroquia que ha comenzado este cambio es San Juan Nepomuceno, en Oklahoma City. Allí, en lugar de enfocarse solo en ofrecer sacramentos, decidieron ayudar a los fieles a crecer como discípulos comprometidos.
Su objetivo es claro: formar discípulos antes de evangelizar a los alejados. Para lograrlo, se propusieron que al menos el 20% de los feligreses activos —unas 300 personas— vivan un proceso de discipulado profundo en un plazo de 4 años.
¿Cómo lo está logrando la parroquia San Juan Nepomuceno? Aquí están las 7 claves
- Buscar líderes adecuados desde el inicio
Comenzaron con solo dos personas muy comprometidas, a quienes formaron durante un año para que lideraran el proceso. - El discipulado es su prioridad
A los líderes se les pidió dejar otras tareas y enfocarse completamente en acompañar a nuevos discípulos. - Explicar desde el inicio que es un proceso largo
Toda la parroquia fue informada de que este cambio tomaría tiempo y empezaría con un grupo pequeño. - Los encuentros se hacen en casas, no en la parroquia
Esto crea un ambiente más cálido y cercano. Se pide una hospitalidad sencilla, sin complicaciones. - Formar líderes para que formen a otros
Siguiendo el modelo de San Pablo con Timoteo, cada líder forma discípulos que luego puedan guiar a otros. - Empezar con un compromiso pequeño
A los primeros 25 participantes se les invitó solo a asistir a 6 sesiones semanales. Al terminar, muchos decidieron seguir todo el proceso. - Encuentros personales uno a uno
Después de las sesiones grupales, los líderes se reúnen individualmente con cada participante. Estas conversaciones son clave para el acompañamiento espiritual.
Además, los grupos son separados por género (hombres, por un lado, mujeres por otro), lo que permite una mayor confianza y facilita la organización familiar.
Un proceso que da fruto con el tiempo
Gracias a esta estrategia, la parroquia ha logrado crecer en fe y comunidad. Poco a poco, más personas se sienten llamadas a ser discípulos activos, a vivir su fe de forma comprometida, y luego, a llevar esa fe a otros.
Como dice su lema: “El discipulado es para todos”, pero el camino comienza con unos pocos que se atreven a dar el primer paso.
Fuente: ReligionenLibertad
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