A menos de una hora en coche del santuario de Covadonga, más perdida entre las escarpadas montañas asturianas que la misma Santina, se encuentra una aldea cuyos habitantes permanentes no llegan a la decena. Riofabar, una aldea perteneciente al municipio de Piloña, funciona como lugar de tránsito para muchos senderistas a los que solo el cercano río Infierno les ofrece algo de reposo.
Por eso sorprende que algunos minutos después de dejar atrás Infiesto, el pueblo más cercano, lo primero que ve cada conductor o caminante sea una capilla en perfecto estado presidida por San Tirso, el arcángel Rafael… y la misma Santina.
La de Riofabar es una de las pocas réplicas que existen de esta advocación, la mayoría concentradas en torno a Asturias. Sus habitantes afirman que está bendecida y que las oraciones y novenas que le dedican «valen lo mismo» que si se rezasen ante el…
Autor: José María Carrera
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