En aquella primera Navidad aparecen unos pastores que fueron los primeros en adorar al Niño y unos magos que posteriormente también fueron a adorarle. Tanto los sin techo como los reyes se postran ante el Niño y le adoran, siendo el adorar postrados la postura más adecuada de la criatura ante el Creador. Todos ellos Le ofrecieron lo que tenían: los pastores, leche y algún cordero, los magos unos presentes de oro, incienso y mirra.
Los evangelios también nos narran que aquella noche hubo cánticos de ángeles en el cielo y que tanto los pastores como los magos se fueron llenos de alegría. Sus dones habían sido aceptados por José y María, que representaban al Rey de los judíos, entrando así, también ellos, a formar parte de ese suceso maravilloso de la Redención.
El filósofo Leonardo Polo afirma que lo más alto (o sublime) de la persona humana es aceptar y que este…
Autor: Domingo Aguilera Pascual
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