En febrero se conoció -y la reacción mundial pudo mitigarla- la purga que planeaban hacer los editores de Roald Dahl (Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda) sobre la obra infantil del escritor para adecuarla a las exigencias de la cultura woke. Se anunció que se haría también con Agatha Christie (una de cuyas obras más célebres, Diez negritos, se publica ahora bajo el título Y no quedó ninguno) y con el creador de 007, Ian Fleming, y hace años se retocaron numerosas expresiones de Enyd Blyton (Los cinco, Torres de Malory) al gusto de los estereotipos feministas. No son, ni mucho menos, casos únicos de autores cuya lectura no manipulada exige rastrear ediciones viejas.
La tijera de la corrección política tiene unos ejecutores, que eluden el apropiado nombre de censores para presentarse como «sensitivity readers» [lectores para las cuestiones sensibles]. Giuliano Guzzo ha…
Autor: ReL
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