Este fin de semana, el colegio Adharaz del grupo Attendis, en Sevilla, ha sido escenario de una de las heridas más dolorosas que puede sufrir un católico. Unos desconocidos entraron en el recinto, causaron destrozos y, lo más grave, robaron el copón con las Sagradas Formas consagradas. El Santísimo Sacramento ha sido profanado.
Esta noticia deja un poso de tristeza y de vergüenza. Tristeza porque Cristo, que se ha hecho alimento para nosotros, ha sido arrebatado del sagrario, donde aguardaba nuestra adoración. Vergüenza porque, aunque estos desalmados actúen con intenciones sacrílegas, parece que tienen más claro que nosotros quién está realmente en la Eucaristía. Su fe, torcida y oscura, señala nuestra tibieza.
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Autor: Jaime Gurpegui
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