Cuando no miramos más que a Dios, ni buscamos otra cosa que su divina gloria, no hay nada que temer.
En la voluntad de Dios encuentra su paz nuestro corazón, y el alma su alegría y su descanso.
Todas las más amargas amarguras no son más que dulzura en este adorable Corazón, donde todo se trueca en amor.
Es preciso darlo todo para tenerlo todo; el amor divino no sufre mezcla de cosa alguna.
Es bueno caminar por la fuerza de su Amor en sentido contrario a nuestras inclinaciones, sin Otro placer ni contento sino el de no tener ninguno.
Las cruces, desprecios, dolores y aflicciones son los verdaderos tesoros de los amantes de Jesucristo…
Autor: ReL
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